
Melilla modernista
Clasicismo
El clasicismo fue el estilo que caracterizó la arquitectura que empezaba a construirse en Melilla a finales del siglo XIX y principios del XX. Diseños sencillos, líneas puras y ornamentación simétrica son la base de una corriente que nació en la ciudad para otorgarle academicismo y geometría. Carmelo Castañón, Eusebio Redondo o Joaquín Barco fueron algunos de los ingenieros militares que más profundizaron en esta corriente, que consideraba las formas sobrias y académicas como las idóneas para el florecimiento de una ciudad en pleno auge de modernidad.
Eclecticismo
Esta corriente comienza a implantarse en nuestra ciudad como revulsivo contra la rigidez impuesta por el clasicismo. Sin embargo, no consiguió mucha difusión, ya que su nacimiento tuvo lugar poco antes de la llegada del modernismo, que centraría toda la atención de ingenieros y arquitectos de la ciudad.
Las primeras obras eclécticas en Melilla estuvieron íntimamente relacionadas con el trabajo de los ingenieros militares, que sobre todo realizaban encargos para viviendas particulares. Viviendas en las que la fachada seguía estructurándose en una rígida sucesión de balcones y vanos dispuestos de forma simétrica, pero en los elementos decorativos ya se percibía un cambio: mayor riqueza en la forja, aparición de cornisas voladas o incremento de la ornamentación. El gran autor de esta corriente en nuestra ciudad fue Droctoveo Castañón, que realizó multitud de edificios privados en la c/ Prim, en General Marina o en General O´Donnell.
Modernismo
Fue la gran corriente impulsora de la arquitectura melillense durante la primera mitad del siglo XX. Traído a Melilla por Enrique Nieto, el modernismo se asentó fuertemente en una ciudad que cayó rendida ante sus ornamentaciones floralistas. Melilla fue desde entonces promotora de un estilo que logró asentarse y progresar, revolucionando todo lo anteriormente construido en la ciudad.
El modernismo supuso la alteración de las líneas compositivas clasicistas y la imposición de una riqueza floral y figurativa que aún pervive en las calles melillenses. Plantas, flores, animales y rostros de mujer se
adueñaron de las fachadas modernistas, en las que las gamas de colores marrones y cremas resaltaban los elementos decorativos.
El ritmo de construcción en Melilla en las primeras décadas del pasado siglo fue vertiginoso; todos, burguesía y clases humildes, querían participar de esta corriente, que a través del color y las ricas ornamentaciones lograba edificios singulares que destacaban por su particular belleza. El academicismo de Emilio Alzugaray, la inmaculada geometría de Manuel Rivera o la libertad creativa de Enrique Nieto se conjugaban en un mismo espacio.



Opinión Personal:
Creo que se deberia conservar los edificios con historia, y de distintas épocas y estilos.
Más conservación y menos construcción.